Estrenada en 2006, «Den Brysomme Mannen» (El Inadaptado) es una película noruega realizada por Jens Lien que da cuenta de una peculiar forma de totalitarismo: el supuesto bienestar de una sociedad que se entrega al sistema cegada por un estético materialismo (¿el infierno?). Hasta que de pronto un olor familiar se cuela por una grieta de la pared y las emociones rebeldes despiertan. A continuación, muchas reflexiones generadas por esta original fantasía social distópica protagonizada por Trond Fausa Aurvåg, Petronella Barker, Birgitte Larsen y Per Schaaning.
No sé cuándo cambió todo, pero para nadie resulta una sorpresa que los tomates ya no sean grandes ni jugosos, ni sabrosos, ni aromáticos “como los de antes”. O que el pan del supermercado no sea tan rico y crujiente como el de las panaderías de barrio. “Algo ocurrió”. ¡Y fue hace poco, eh! Mientras nos construían lindos e inmensos supermercados, grandes y modernas multitiendas, altos y cómodos edificios, y nos daban tarjetas de crédito para comprar nuestros sueños, al mismo tiempo nos quitaban el sabor de las cosas, enrejaban las calles, nos llenaban de comida chatarra y nos impedían caminar despacio. Pero después del festín de modernidad, algunos benditos y necesarios rebeldes del sistema descubrieron algunas fisuras en la esfera de fantasía, y nos contaron que lo que es goce para algunos, para muchos vendedores, obreros y profesionales, es pura explotación; lo que es modernismo y crecimiento para unos cuantos, es simplemente depredación irracional de especies y contaminación para todo un planeta.
Es la “distopía” [1], ese estado inverso a la sociedad ideal, lo opuesto a la utopía, el lobo vestido de oveja. Y en medio de toda esta vorágine, solo cosas simples te pueden despertar de la hipnosis, algo tan básico como, mmm… sí, ¡el aroma de un “queque” recién horneado! Un blando y casero bizcocho, la representación aromática máxima de cuando los humanos éramos una especie que creía en las personas, que quería progresar, que quería igualdad, que quería aprender y superarse… que quería progreso, pero sin dejar de comer pan batido, ni de sentir el sabor del tomate del campo.
La nueva vida de Andreas
Si se tuviera que adaptar esta historia a la realidad de muchos países de América, tendríamos que ubicar a los habitantes de esta ciudad sin nombre bajo la consigna del “hágalo usted mismo” con parejas comprando compulsivamente en lugares como “Sodimac” o “Easy” para equipar sus terrazas con sillas de plástico a las que solo le faltan los logos de Coca Cola en sus respaldos. El gusto estético de un europeo medio, digámoslo, está muy por encima del que podemos hacer gala en la América «latina», esa que exhibe toldos de Malla Raschel (o malla de Kiwi) en nuestras casas de ladrillo sin estuco ni pintura y a medio terminar; o qué decir del angloamericano consumista con sus artilugios hogareños comprados mediante los “llame ahora, llame ya”. Por ello es que los chicos de negocios en el viejo continente tuvieron que inventar grandes tiendas que dieran satisfacción a ese buen gusto, pero donde de todas maneras se puedan vender muebles «a crédito» y electrodomésticos que tendrán que ser reemplazados en un plazo máximo de 5 años para que la cartera del poder siga más llena aún.
Un mundo feliz
Anne-Britt asoma en la vida de Andreas en el segundo acto de esta historia. En la primera parte, todo gira en torno al descubrimiento que el protagonista hace de esta sociedad perfectamente engranada y feliz, aunque no sepa qué hace allí ni recuerde nada para atrás. Pero la felicidad aquí es un estado que se consigue solo siendo parte de un eslabón de la maquinaria invisible. Y si bien otros ya han tratado el tema del ser humano convertido en otro ladrillo más en la pared, con niños que caen a la moledora de carne; los alfa, los beta y los gamma; el big brother; la habitación 101; el carrusel; libros que se queman a propósito y todo ese juego de simbologías certeras, Jens Lien lo muestra desde la perspectiva de la belleza. Todos son guapos en esta película, las casas son bonitas, al igual que los modelos de los autos y la ciudad parece funcionar armónicamente. tal como lo anticipaba “Un Mundo Feliz” [3].
Miranda, la hija de Próspero, el Duque de Milán en “La Tempestad” de William Shakespeare [4], es la dueña de estos versos:
«o, wonder! how many goodly creatures are there here! how beauteous mankind is! o brave new world, that has such people in’t!» |
«¡oh, maravilla! ¡cuántos seres graciosos hay aquí! ¡cuán bella es la humanidad! ¡oh, nuevo mundo valiente que tiene tales personas!» |
Antes de citar a Shakespeare, John el Salvaje comparte con Bernard su propia filosofía, que sustenta mucho la manera de ser de Andreas en “Den Brysomme Mannen”: “si uno es diferente, se ve condenado a la soledad”. Y los diferentes-rebeldes son vigilados y castigados, los echan de los trabajos, no los invitan a las fiestas, los denuncian, les inventan historias, les rehuyen, etc. El orden impuesto es representado por unos curiosos funcionarios que, a bordo de un auto compacto, aparecen siempre para vigilar y amedrentar las demostraciones de curiosidad y para “recuperar” al protagonista de algunos peculiares accidentes. En esta sociedad, y tal cual le ocurre a Andreas, te puedes cercenar un dedo o ser atropellado una y otra vez por el metro, pero siempre te sanan, en una suerte de inmortalidad que se paga a un caro precio, muy al estilo de «Fausto». [5]
El Chocolate Caliente
Una grieta en la pared
Ello da pie para que en el tercer acto el héroe retome su lucha interna, encuentre al sujeto extraño que le habló del chocolate caliente, ese que ahora no sabe a nada (como los tomates de supermercado) y descubra en su habitación subterránea (los rebeldes en este tipo de historias deben vivir siempre en el subsuelo) el símbolo más hermoso que haya encontrado hace mucho tiempo en una narración poéticamente insurrecta: una grieta en la pared. Una pequeña fisura por donde se filtra el sonido de una bella pieza musical y desde donde emerge el aroma de algo evocador, de algo familiar, de algo que lo hace darse cuenta que en aquella ciudad no habitan niños. Es algo tan elemental para la vida como ¡el aroma de un “queque” recién horneado, un blando y casero bizcocho!
Noruega
Idioma: noruego con subtítulos en castellano
[1] La RAE define distopía como: “1. f. Representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana”. Wikipedia, en tanto, recoge la definición de Sergio Hernández-Ranera en el prólogo de la traducción al castellano de la novela distópica “Nosotros” (1920) del ruso Yevgueni Zamiatin. Editorial Akal 2008: “Una distopía o antiutopía es una sociedad ficticia indeseable en sí misma”. Luego la enciclopedia libre complementa la definición: “suele ser sinónimo de «mal lugar» y es un antónimo de utopía, un término que fue acuñado por santo Tomás Moro y figura como el título de su obra más conocida, publicada en 1516, un modelo para una sociedad ideal con criminalidad, violencia y pobreza mínimos”.
[2] De “La Divina Comedia” (1304-1321) del italiano Dante Alighieri. Primera Cántica “Infierno”.
[3] De Aldous Huxley: “Un Mundo Feliz” (A Brave New World), 1932.
[4] De William Shakespeare: “La Tempestad”, 1610 o 1611. Obra de teatro.
[5] Hollywood realizó en 2002 un remake también llamado “Insomnia”, dirigido por Christopher Nolan y Al Pacino en el rol que protagonizó Skarsgård .
Den Brysomme Mannen en Filmaffinity
Den Brysomme Mannen en Mubi
El Inadaptado en Filmin
(publicado originalmente en Imágenes y Letras el 14/03/2009)