Mientras caminábamos de regreso del cine por la Avenida Pedro Montt, pensaba en aquello del “pie forzado” que usan los payadores [1], eso de que te digo una palabra y tú improvisas unos versos. Creo que asimilándolo al documental, si a Patricio Guzmán le entregas un tema cualquiera, él sabrá armar un relato notable, pero siempre orientado hacia el mismo objetivo que se ha propuesto: recuperar la memoria, combatir el alzheimer de un país llamado Chile. Y en “Nostalgia de la Luz” el propósito se mantiene inalterado.
Si a Guzmán le dices “estadio de fútbol”, creo que él inmediatamente te diría “cuando niño me llevaban al estadio, el mismo que luego fue un campo de prisioneros”. Si le dices “tren”, él sabrá encontrar en su memoria la relación perfecta entre vivencia y horizonte, construyendo quizás algo así como “de niño siempre viajábamos en tren, los mismos trenes que luego transportaron prisioneros políticos”. Y así. Creo que es una gracia inmensa. Uno, porque habla de la capacidad de un contador de historias para elaborar narraciones que contienen temas supuestamente inconexos; y dos, porque su obstinación deberá ser agradecida algún día por los habitantes de Chile.
El clásico telescopio alemán Heyde del Observatorio Astronómico Nacional (dependiente de la Universidad de Chile en el Cerro Calán de Santiago). Funcionando desde 1913 | «Nostalgia de la Luz»
Que Guzmán haya escogido contarnos su fascinación por la observación del cosmos, no puede más que despertar mis propios recuerdos. En mi casa materna-paterna también había un telescopio y libros que hablaban de constelaciones, asteroides y cuerpos celestes. Me pareció perfecta la manera de abordar los temas científicos desde una respetuosa distancia. Él es un observador aficionado, no un experto, por lo que no convertiría jamás su película en un documental para la National Geographic.
No, esto es un relato personal, íntimo, poético. No importan mucho las cifras, ni las explicaciones profundas. Basta con mostrar — y respetar — a quienes trabajan mirando las estrellas e investigando en el espacio sideral. Simplemente les creemos y confiamos en ellos. Lo que importa es la idea de que lo que vemos en el cielo es en verdad el pasado (todavía me seduce esa idea) y que de alguna manera los astrónomos son una suerte de investigadores del pasado, unos arqueólogos estelares.
Los cielos despejados del Desierto de Atacama son el gran escenario para la observación astronómica de la comunidad científica mundial | «Nostalgia de la Luz»
Y lo que parece tan descabellado, lo consigue: hilar esa idea con la búsqueda de otro pasado. Por medio de la comparación, sitúa al Desierto de Atacama como el espacio físico donde conviven científicos que buscan respuestas a través del cielo más transparente del mundo, con familiares de ejecutados políticos que buscan respuestas (cuerpos) en el desierto más árido del planeta. Mientras unos tienen la cabeza apuntando para arriba, sus vecinas de desierto miran hacia abajo. Y aquí la lucha contra el olvido es fundamental, una carrera contra el tiempo. Por ejemplo, el testimonio del arquitecto Miguel Lawner, quien trazó mapas y dibujos de su centro de detención utilizando como método el recuerdo de los pasos que contaba en el lugar, es un homenaje al ser humano, a la inteligencia, al instinto de supervivencia.
El testimonio de las «Mujeres buscadoras de huesos humanos» (“mujer de Calama, dile a tu sombra que, aunque no lo crea, nunca está sola” [2]), aquellas esposas, madres o hermanas de ejecutados por la dictadura de Pinochet que por más de 30 años han barrido el desierto buscando los restos de sus seres queridos, es fundamental para comprender esta relación que hace Guzmán entre el polvo de la tierra con el polvo de estrellas. Mientras observamos al cielo buscando el origen de la humanidad, el big bang y el universo como gestor de vida, otros se encargaron de robarla a tanta gente. Otros asesinaron. Pero así como esta nueva sociedad pareciera no estar pendiente de la labor de los científicos, tampoco parece importarle lo que hacen estas mujeres, ni su lucha, ni sus reclamos.
Patricio Guzmán (arriba) durante el rodaje de “Nostalgia de la Luz” junto a su equipo | Imagen de www.patricioguzman.com/es
Esa es la relación que vio Patricio Guzmán y que plasma con poesía en “Nostalgia de la Luz”. Porque ese es el camino que escogió, valerse de temas que incluso nos parecen (de antemano) tan desconectados, para presionar los recuerdos, para que no nos sumerjamos en el olvido, que no perdamos la memoria, allí donde se sitúa el alma de la persona y de los pueblos. Y su verdad.
“Siempre me atrajo el desierto de Atacama en el norte de mi país. Con la misma intensidad me cautivaron las mujeres buscadoras de huesos humanos que han trabajado completamente solas en la inmensidad del páramo durante 36 años seguidos (y algunas seguirán trabajando hasta su muerte). Al mismo tiempo me interesó el desierto considerado como un gran contenedor del pasado. Hay piedras que tienen millones de años; moluscos petrificados con cientos de miles de años; momias, tejidos y cerámica con setecientos años de antigüedad; minas abandonadas del nitrato del siglo XIX; numerosos caminos construidos por el Imperio Inca. Al mismo tiempo hay decenas de telescopios que miran los astros que están a billones de años luz. ¿Cómo no hacer una película con todo esto?”
Patricio Guzmán [3]
Ver «Nostalgia de la Luz»
Banda sonora de «Nostalgia de la Luz»
por Miranda y Tobar
[2] Referencia personal, no incluida en la banda sonora. “Mujer de Calama”. Por Víctor Manuel. En álbum “Qué te puedo dar” (Ariola Eurodisc-1988). España. → Ver en Youtube
[3] Extraído del sitio web oficial de Patricio Guzmán.
Más información en
Sitio oficial de Patricio Guzmán