Una película donde el estadio no es sólo el lugar donde se juega un partido de fútbol, sino el escenario donde las mujeres juegan por sus derechos.
Antes de los mundiales de fútbol femenino, estuvieron las mujeres que lucharon por jugar a la pelota o — como en este caso — por ir al estadio a disfrutar de un partido. Para dar el puntapié inicial, comenzaré diciendo que amo la frescura del tratamiento fílmico de esta película, como también en la forma en que Jafar Panahi (1960) encara un contenido tan complejo como lo es la igualdad de género en una nación islámica. El realizador iraní desafió artísticamente al régimen de Mahmud Ahmadineyad y a todo un acervo cultural milenario, a esa fracción que se muestra intolerante, fanática e intransigente.
Y la figura escogida para hacerlo es muy singular: un partido de fútbol. El mundo cambia y lo que antes parecían ser parcelas exclusivas para el esparcimiento masculino, hoy también son espacios reclamados por las mujeres. Y a buena hora. La historia de “Offside” (Fuera de Juego) nos traslada a junio de 2005, el día en que Irán recibió al seleccionado del Reino de Bahrein para definir un cupo para la Copa del Mundo masculina que se jugó en Alemania en 2006.
El Partido
Unas horas antes del inicio del juego, un padre busca desesperadamente a su hija en medio de buses llenos de hombres que se dirigen al Estadio Azadi de Teherán, la capital iraní. Ha descubierto que sus hijas se han atrevido a ir al estadio, una blasfemia para la tradición, por lo que intenta detener el acto de rebeldía. ¡Un campo deportivo no es lugar para mujeres! En uno de los vehículos, una chica logra seguir su camino ataviada como “chico”.
Sima Mobarak Shahi, personaficando a la «primera chica».
Aquí es donde se produce el primer signo de los tiempos y que marca el espíritu de la película: dos hombres-jóvenes discuten sobre la presencia de la muchacha en el bus. A ambos les preocupa que la descubran: “Olvídala o le estropearás el plan… tú tranquilo y ella entrará”. No forman un grupo con la chica, sólo es un intercambio de opiniones que el realizador instala, precisamente, para desmarcar el pensamiento actual de los jóvenes, de las férreas tradiciones, distanciándose así de los jefes, del estado, de los padres, es decir, de los hombres-viejos. Son estos últimos los que mantienen a firme el sometimiento de la mujer al mandato masculino. Los jóvenes, no. Ellos no quieren estropear el plan de las jóvenes hinchas que, disfrazadas, intentan llegar al coliseo «Libertad» para alentar a su selección masculina.
Tal como en occidente, uno de los chicos del bus usa una camiseta de un club extranjero (Inter de Milan). | A la derecha, «La futbolista», encarnada por Ida Sadeghi, debe cubrirse la cara para poder ir al baño del estadio.
Es interesante este pasaje de los primeros diez minutos a bordo del bus, porque está lleno de símbolos. Los jóvenes iraníes actuales, los que rompen con las estructuras, aún viven un estado indefinido. Por un lado, algunos apoyan la causa de las mujeres, pero también incorporan la religiosidad a su modo de alentar a su equipo. Quieren cambios manteniendo sus creencias, respetando la cultura local. Pero también se desmarcan de ella. Solo basta apreciar la cantidad de camisetas de clubes extranjeros (Lazio, Inter, Brasil), en desmedro de los clubes locales como el Persépolis o el Esteghlal, lo que revela la presencia de la globalización incluso en sociedades que parecen ser menos permisivas culturalmente.
Safar Samandar es el Soldado Azarí.
Y también la distancia se enfoca en los guardianes de la tradición, en aquellos que bajo el uniforme y el juramento de proteger al país y mantener el orden, solo terminan amparando a los poderosos e infundiendo temor en quienes piensan distinto. No voy a contar el final si adelanto que la chica es descubierta, o si digo que es llevada a un espacio de detención preventiva dentro del Estadio Azadi junto a otras muchachas. Es que aquí empiezan los mejores momentos de la película.
Golnaz Farmani es «La chica con Chador» , en alusión a la típica tela con la que cubren su cuerpo (salvo la cara) las mujeres iraníes.
«La chica con Chador», «la fumadora» (Shayesteh Irani) y «la jovencita» (Nazanin Sedighzadeh).
Jafar Panahi
De cierto modo, la estética de “Offside (Fuera de Juego)” se asemeja mucho al nuevo documental digital, al de la cámara portátil con una buena cuota de planos secuencia, algo que se explica en el pasado documentalista del realizador. Y es que Panahi jugó todas las fichas aquella tarde al triunfo de Irán, pues esta película fue rodada durante la realización de aquel histórico partido, con actores no profesionales y una buena cuota de improvisación. Un “dramamental” total. De ahí también los planos extensos y la certera ambientación. De verdad, resulta impresionante conocer este dato luego de ver la película.
«Panahi con el Oso de Plata por Offside, Festival de Cine de Berlín 2006. | Foto: César CC BY 3.0
Sugiero con todas las ansias que busquen esta película, así como otras de este realizador (“El Globo Blanco”-1995; “El Espejo”-1997; “El círculo”-2000; “Crimson Gold”-2003), como una manera de incentivar la discusión acerca del machismo, pero no tan sólo de aquel que reina en países musulmanes, sino también del que aún vive enquistado en la cultura occidental, con mujeres que ganan menos dinero que los hombres o que sufren acosos y violencia todavía justificadas por muchos… y por muchas. Pero también sugiero ver “Offside” como una manera de homenajear a un luchador, a un cineasta que fue condenado a seis años de prisión domiciliaria, a veinte sin poder abandonar su país y a no volver a filmar, por apoyar a la oposición en las últimas elecciones donde, sospechas de fraude mediante, resultó reelecto Ahmadineyad.
Sin embargo, y después de presionar con una huelga de hambre hasta que se le permitiera ver a su familia, a su abogado y quedar libre en espera del juicio, el régimen iraní accedió a dejarlo en libertad previa fianza de más de 102 millones de pesos chilenos (150 mil euros), la treta usada para desincentivar las denuncias de la gente. Desde fines de mayo de 2011 espera el juicio por una acusación absurda (ser opositor y querer filmar un documental sobre el tema), porque la inquisición vive dentro de las fronteras de Irán. Pero al igual que las chicas que se disfrazan de hombres para entrar al estadio, Panahi sigue aplicando su creatividad para expresar lo que piensa, sin perder su horizonte crítico y con la frescura necesaria para llegar con su mensaje de manera clara, pero con gracia. Como cuando se las ingenió para enviar en un pendrive una “no-película” a Cannes, una suerte de idea de guión contada en imágenes bajo el sugerente título de “esto no es una película”.
publicado originalmente el 06/06/2011