El tercer cortometraje que Martin Scorsese realizó en su época universitaria es una pieza de culto y tiene forma de una «Gran Afeitada”. Construida sobre los sones de la trompeta de Bunny Berigan («I Can’t Get Started»), en solo 5 minutos vemos los contrastes de la violencia, el acostumbramiento a ella y la peligrosa sensación de que la sangre es divertida.
Siempre quise verlo. Lo busqué por años hasta que lo encontré. Dura 5 minutos y medio. Todo comienza con los sones de “I can’t get started”, de Bunny Berigan y su orquesta (1939). Se ven detalles de un baño que destaca por lo limpio y reluciente, pero sobre todo por su blancura, atribuida divertidamente por Martin Scorsese en los créditos a Herman Melville, autor de «Moby Dick», la Ballena Blanca. Una gran cantidad de planos describe el espacio. De pronto entra un HOMBRE (Peter Bernuth) que comienza el ritual de afeitarse. Abre la llave del agua, se pone crema en la cara y prepara su máquina provista de una “gillette”. Y comienza. Y se afeita. Y se pone más crema. Y sigue… ¿adónde conduce este relato?… ya estamos en la mitad de la película… hasta que un detalle lo cambia todo.
Una pequeña gota de sangre se ve en su cara. Y otra. El lavamanos recibe las primeras manchas rojas en su superficie. El hombre se corta en distintos lados de su rostro, ¡su cara entera está ensangrentada! Pero él sigue afeitándose como si nada, como si el dolor y la sangre en sí misma no significaran nada. La sangre gotea hasta sus pies y el último compás de Bunny Berigan nos indica que todo terminó.
«The Big Shave» fue realizado en 1967, mientras se desarrollaba la Guerra de Vietnam. Se trata de una pequeña metáfora-crítica a la sociedad estadounidense que, ante la sangre derramada, seguía su vida como si nada. Para ellos, controlar las arremetidas del «enemigo comunista» se transformaba en un “ritual” aceptado por todos, algo obvio. Total, “se habían ganado ese derecho a ser Sheriffs del planeta” después de la Segunda Guerra Mundial. Pero cuando la sangre cae encima de una superficie blanca, no queda más que impactarse y reaccionar… o hacerse los idiotas. Y eso ocurrió con ellos, pues miraban para el lado mientras la policía apaleaba a los hippies que protestaban contra la guerra, y mientras cientos de jóvenes morían lejos de casa.